Los elementos en la construcción, fabricados en concreto reforzado y que se encuentran expuestos al ataque de los cloruros tienen un periodo corto de servicio. El ataque del Ion Cloruro logra penetrar a través del concreto, logrando la corrosión del acero de refuerzo convirtiéndose, alterando y debilitando el elemento de acuerdo a lo que fue diseñado, obteniendo como resultado afectaciones en la durabilidad y el óptimo funcionamiento de las construcciones. Este problema es identificado a gran escala en ciudades costeras, ya que los sulfatos presentes en las aguas marinas, son catalogados como agentes nocivos para el concreto, generando desintegración, erosión, expansión y corrosión en el material. Todos los anteriores efectos son de naturaleza exógena, es decir atacan desde la parte externa hacia el interior del elemento. De la misma forma, existen ataques químicos endógenos que tienen un efecto altamente nocivo para las estructuras, es decir, se producen desde el interior de la matriz del material, siendo una de las más estudiadas la reacción álcali‐sílice, la cual provoca una expansión interna del hormigón causando la expansión y desintegración del mismo. En el caso de los ataques exógenos que puede sufrir el concreto no solamente se encuentran los que están sometidos al contacto con aguas marinas, también el concreto está propenso a ataques biológicos por interacción directa con aguas residuales o ambientes que contengan microorganismos como bacterias u hongos.