El trabajo sexual ha sido tachado de inmoral por parte de la sociedad a lo largo de la historia, lo cual ha hecho que los perjuicios sociales eviten una evolución normativa concreta que permita regular las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales, quienes tienen un futuro pensional incierto, dado que la “clandestinidad” en que la mayoría ejerce dicho oficio genera una incertidumbre y si en muchos casos no están vinculadas al sistema de salud.